Debo admitir que no sabía cómo titular éste artículo sin llevarte a pensar que escribiría sobre el cliché del empresario que se queja de todo y no tiene calidad de vida, porque en realidad hoy no quiero enfatizar la abundancia financiera, ni la calidad de vida en absoluto. Hoy, quiero referirme a una abundancia mucho más básica, que es de hecho, la base para poder tener acceso a todos los demás tipos de riqueza y abundancia que una empresa pueda generar.
Porque después del “capital relacional” o “branding” de una empresa, el conocimiento y la experiencia de sus colaboradores son el más valioso de los capitales. Todo aquel empresario que tenga en sus filas a: un mejor vendedor, un mejor administrador, un mejor contador, un mejor supervisor, un mejor repartidor, un mejor intendente, un mejor asistente, un mejor obrero, un mejor ingeniero, un mejor lo que sea… y no esté trabajando por:
- Identificar las mejores prácticas de cada departamento,
- Documentarlas,
- Implementarlas,
- Trabajando a diario por tatuar dichas prácticas en su cultura organizacional y en sus procesos,
es un pobre empresario rico, porque está sentado en la riqueza, preocupado por los problemas y el insomnio que le provoca pensar en la posibilidad de que su mejor colaborador en “X” o “Y” departamento se vaya a trabajar con la competencia. Y es que es verdad que hay colaboradores que se destacan por hacer bien su trabajo y ganarse nuestra confianza.
¿Quién no tiene ese alguien “indispensable” sin el cual la empresa no avanzaría igual, y que quisiéramos que hubiera más personas con sus características y habilidades? Pero una empresa no debe depender de uno o dos pilares, porque estaría comprometiendo su posibilidad de perdurar en el tiempo y sobre todo, estaría dejando pasar la gran oportunidad de crecer desde adentro hacia afuera.
La experiencia que obtiene una persona durante los años que desempeña un trabajo en la empresa, lo hacen experto en sus tareas, y un maestro en el conocimiento de la cultura organizacional. Pero el conocimiento de una persona no es un “chip” que se quita o se pone, sino una consciencia que se ha desarrollado con el tiempo y que va con él o ella, trabaje para la empresa o no. Sin embargo es importante reconocer que dicho aprendizaje también le pertenece a la empresa, porque fue la institución la que crea el escenario y las condiciones para la generación de esa consciencia y experiencia.
Y esto, nos hace llegar a la pregunta: “si la experiencia y la consciencia que usan la personas para ser excelentes está en su cabeza, pero en cierta medida también le pertenece a la empresa, ¿cómo puede hacer la empresa para capitalizar también esa riqueza?
- 1ero. Identifica las tareas y procesos más importantes que desarrollan las personas clave en cada uno de los departamentos de la empresa.
- 2do. Realiza un mapeo descriptivo paso a paso de cómo el trabajador destacado desempeña dicho procedimiento, siendo lo más detallista posible, y realiza un diagrama de flujo que facilite la interpretación de las tareas que lo integran.
- 3ero. Capacita al trabajador destacado en pedagogía y métodos de enseñanza para adultos, e incentívalo para que se convierta en un capacitador interno que contribuya al desarrollo de sus compañeros.
Lo anterior genera una fórmula ganar-ganar. Al trabajador le permites saberse reconocido por su esfuerzo, y le das la oportunidad de seguir aprendiendo y desarrollar nuevas competencias. En algunos casos, puede implicar incluso la creación de un nuevo puesto, o la transformación del suyo, integrando las tareas de enseñanza. A la organización le envías un mensaje de reconocimiento de las habilidades personales, mejoras la cultura organizacional premiando visiblemente a quienes asumen posiciones de liderazgo, capacitando a otros, rescatas la riqueza de conocimiento y experiencia de tu empresa, y trabajas en una mejor versión de la misma, en la que las mejores prácticas internas se van permeando y enseñando dentro de la organización.
Este círculo virtuoso mejora la productividad y los conocimientos del personal, a través de elevar su consciencia, y capitaliza y perpetúa las mejores prácticas, y disminuye considerablemente los costos de capacitación, pues una buena parte de la misma comienza a generarse de manera interna y natural.
No seas más un pobre empresario rico y aprovecha la gran riqueza que habita en la mente de tus compañeros de trabajo.
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