En estos días todo mundo habla sobre las mujeres, cosa obvia, dado que el 8 de marzo fue el día internacional de la mujer. Pero en verdad, más que sobre las mujeres, lo que se abre estos días es un intenso debate sobre la equidad de género. Y la arena predilecta para este tema es la equidad en el plano laboral.
Para ser honesto, siempre me llamó la atención que existiera el día internacional de la mujer. De niño me preguntaba si el resto de los días eran los del hombre, porque hasta 1999, no había una fecha equivalente para los varones. Supongo que en un futuro cercano tendremos día internacional del hombre trans, de la mujer trans, del ser humano no binario, y así con las múltiples opciones de género que están saliendo a la luz en estos tiempos.
La razón por la que me llaman la atención estas conmemoraciones, es que me parecen esencialmente equivocadas. Si bien entiendo y simpatizo con la idea subyacente de generar un mensaje de igualdad de género, creo que el mensaje que envían es equivocado, porque generan más lucha que acercamiento.
Esto se ha enfatizado profundamente con la popularidad de lo que llamo “feminismo de la indignación”, que es esta rama del feminismo que protesta abundantemente ante la deuda histórica de los hombres frente a las mujeres, y cómo los hombres, en especial blancos, maduros, y de clase social alta, generalizan, denigran y minimizan a las mujeres.
El discurso me parece curioso, porque cumple con todas las falacias que se rechazan del “machismo”, pero desde la perspectiva contraria, generalizando el comportamiento masculino, ridiculizando y simplificando su psicología, y en general, poniéndolos en una posición de inferioridad “muy ganada, dadas sus malas prácticas milenarias en contra de las mujeres.”
Y ahí está el detalle, diría muy acertadamente el famoso comediante mexicano. Porque ese enfoque de lucha no deja ver cómo el planteamiento de equidad de género, está mal planteado a mi juicio. Y no es que no existan los hechos que se denuncian. Existen los feminicidios, es real que las mujeres suelen ganar menos que los hombres estadísticamente, y que muchas costumbres actuales no necesariamente apoyan la equidad. Sin embargo, no es culpa de los hombres. Ni de las mujeres. Es un problema social, y se basa precisamente en las etiquetas que todos aceptamos sobre nosotros, y ponemos a otros.
Y esto es a la vez simple y complejo. Porque no estoy diciendo que dejemos de considerarnos hombres, o mujeres, o el género que adoptemos como identidad personal. Tampoco pretendo ignorar que existen una serie de diferencias entre los géneros. Pero para lograr una equidad real de género, debemos quitar las etiquetas para abordar ciertos temas claves, porque de otra manera no podemos ver la imagen completa.
Pongamos un ejemplo típico. Supongamos que soy el dueño de una empresa que está pasando por un momento clave en su desarrollo, contratando para una posición también clave, y que tengo frente a mi a un hombre y a una mujer, equivalentes en capacidades, ambos recién casados, y ambos en edad reproductiva fértil.
¿Cuál contrarías tú? ¿Cuál tiene una posibilidad grande de ausentarse por largo tiempo, en cualquier momento, y dejarme con esa posición clave vacante por algunos meses producto de un embarazo?
La pregunta es válida y práctica. Una larga ausencia de una posición clave, recientemente contratada puede costarme dinero y esfuerzo. No tiene nada que ver con discriminación. Es una realidad. La mujer, a quien se nos pide por todos lados que reconozcamos su derecho a ser madre, tiene muchas más posibilidades de ausentarse que el hombre.
El feminismo responderá ante esta situación que es una enorme injusticia, y que incluso debería estar prohibido que se haga la pregunta sobre planes familiares a las mujeres en edad fértil. Sin embargo, es un hecho de la vida que las mujeres se embarazan, y que se ausentan cuando eso ocurre.
Lo interesante de esta situación es que creo que tiene dos niveles:
- El síntoma, que es el visible, se traduce en una aparente discriminación hacia la mujer, porque no es contratada, o tal vez se le ofrece un ingreso menor.
- La causa oculta, esa que no se ve, es realmente una discriminación hacia el hombre, a quien no se le reconocen sus derechos de padre, y que por tanto no se le concede el mismo tiempo necesario para la creación del vínculo con su bebé, y el reacomodo familiar.
Claro, en algunas legislaciones, se puede elegir quién se ausentará, pero eso es una falacia, porque hay una serie de impactos físicos que sufre el cuerpo de la mujer al dar a luz, y una serie de necesidades fisiológicas y afectivas del bebé, que hacen casi imposible que quien ejerza el derecho a la incapacidad sea el padre, y no la madre.
Pero por algún extraño motivo, nadie defiende esos derechos del padre, nadie protesta por el abuso sobre el hombre y la privación de su derecho a estar presente en los primeros meses de vida de su hijo. Todos estamos cegados ante la injusticia sobre la mujer. Y por eso no podemos ver la imagen completa, ni la solución tremendamente sencilla que podemos implementar.
Para poder resolver la inequidad de género, necesitamos dejar de observar el problema como una lucha entre uno y otro (que como además he señalado, ya no son sólo dos), sino como un problema social en general, en el que no estamos enviando mensajes correctos que permitan cristalizar una imagen de equidad real. Al no reconocer estos derechos al padre, creamos una realidad en la que como mucho, se nos pide “apoyar” en la crianza de los niños, en vez de darnos cuenta que como padres no sólo tenemos el derecho a ejercer una paternidad plena y presente, sino el deber de hacerlo, y que ese ejercicio no es una carga, sino un regalo.
Si observamos la situación desde una mirada desapasionada, y buscamos fuera de la caja, entonces podemos lograr un cambio verdadero que aborde las causas más profundas que subyacen, y que pueda dar una respuesta desde otro nivel. problema no es que haya unos hombres discriminadores contra unas mujeres abusadas, sino una sociedad que no ha logrado entender cómo resolver ciertos problemas en una realidad completamente diferente.
El mundo ha cambiado en los últimos 4 años algo equivalente a las anteriores 4 décadas, y continuará incrementando ese ritmo en los años que vienen. Tenemos ante nosotros retos que nunca antes habíamos si quiera imaginado. Paradójicamente, si no nos detenemos a revisar los planteamientos de base sobre los que observamos los problemas y sus soluciones, corremos un alto riesgo de que nuestras respuestas sean obsoletas. Es justamente en los momentos de intensidad en los que necesitamos tomar un respiro, para poder pensar y actuar fuera de la caja, para deshacernos de las causas, en vez de atacar los síntomas.
Por eso aplaudo y me alegro de ver una publicación de Ashley Sumner (CEO y fundadora de Quilt) en LinkedIn que decía “I am a female Founder” (Soy una mujer fundadora), invitando a dejar las clasificaciones de género para superar el problema.A veces es necesario desprendernos de eso que nos identifica para resolver el problema, porque en la misma identificación está la causa del problema, y la posibilidad de solución.
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